El matrimonio formado por Diego y Fulgencia ha sido una referencia moral para los vecinos de Villa de Ves |
Breve
biografía de Diego Plazas:
Nació el 10 de julio de 1920 en la localidad de Lorca,
Murcia; fruto del matrimonio formado por José Plazas, natural de Murcia y María
Josefa Llamas de Fernández, natural de Almería.
En torno al año 1921
- con motivo de las obras de construcción de la central hidroeléctrica del
Tranco del lobo en Casas de Ves – los padres de Diego, un bebé con meses de
edad, decidieron trasladarse a estas tierras en busca de trabajo. Dado que las
obras se desarrollaban en un paraje aislado, lejos del casco urbano de Casas de
Ves, tuvieron que buscar un lugar donde cobijarse, y lo más cercano que
encontraron fue una casa de campo habitada por una familia de agricultores, los
cuales pudieron alquilarles una habitación. Esta casa está situada a dos
kilómetros del Tranco del lobo, aproximadamente, y se ubicaba en una parcela a
orilla del Barranco de Mingo Andrés, por lo que la casa siempre se ha conocido
con el nombre de Casilla de Mingo Andrés.
En aquella época los dueños de la casa eran D. Cipriano
Arocas y su mujer María. Este matrimonio, junto a sus hijos, labraban las
tierras de alrededor, en la partida de las Herradas de arriba – terrenos de
labranza que forman parte del paraje denominado por la gente de Villa de Ves
como: “El otro lado” - . Uno de los hijos de esta familia, Rogelio, será protagonista importante en esta
historia, aunque lo volveré a mencionar
más adelante.
Las dos familias convivieron felizmente en aquella casa
durante el siguiente año, se compenetraban bien, aunque con cierta intimidad,
respetando sus espacios pero como si formasen una sola familia. María Josefa,
madre de Diego, era una mujer guapa y lozana, con la gracia que suelen mostrar
las andaluzas, con ciertas dotes para el canto, y también era una mujer muy
trabajadora; como dirían por estos pueblos: “era una mujer como la copa de un
pino”.
Estos encantos no pasaban desapercibidos para Rogelio
Arocas, hijo de Cipriano, sintiendo una gran simpatía por ella. Sin embargo, al
cabo de un año, se avecinaban cambios para esta comunidad. Con la esperanza de
mejorar la situación económica y laboral de la familia, José Plazas, padre de
Diego, planeaba emigrar a Argentina. Esto no gustó a María Josefa por el cambio
tan brusco que suponía viajar en barco a otro continente con un bebé de apenas
un año, adaptarse a un lugar extraño y cualquier motivo más que sentiríamos
todos al abandonar lo que consideramos nuestro hogar. Esta situación generó
desavenencias en el matrimonio pero al final se impuso la decisión del marido.
Así, como paso previo al viaje, tenían que ir a Barcelona, de modo que los tres
partieron sin perder más tiempo.
Es en este punto donde Rogelio Arocas cobra protagonismo,
pues, consciente de que María Josefa no quería ir a Argentina y que prefería
quedarse en Villa de Ves, no dudó en ir a Barcelona a por ella y el pequeño
Diego. Como sabía la dirección de los familiares catalanes de José Plazas, fue
allí y ofreció a María Josefa la posibilidad de quedarse con él y su familia.
El resultado fue que José Plazas se marchó solo a Argentina
y dejó a su mujer e hijo pequeño en España, y Rogelio asumió el papel de padre
adoptivo de Diego. En adelante, Rogelio y María Josefa vivieron en pareja como
si se tratase de un matrimonio. A estas alturas, ambos eran conscientes del
amor que sentía Rogelio por ella.
Diego tuvo todo el cariño que tendría un hijo biológico, no
le faltaban atenciones por parte de su nueva familia, todos querían a Diego por
ser el “pequeñín” de la casa, sus abuelos, tíos y padres. Por supuesto, cuando tuvo edad para entender
la situación, sus padres se lo explicaron todo.
Pasados unos años, gracias a que en esa época un hermano de
Rogelio trabajaba en el ayuntamiento de Villa de Ves, pudieron hacer los
trámites legales de separación del anterior matrimonio y casarse formalmente en
segundas nupcias.
Este matrimonio ya no tuvo más hijos porque María Josefa
tuvo alguna complicación en el parto de Diego, que le impidió ampliar la
familia, pero eso no supuso un obstáculo para ser felices los tres juntos.
Cuando hubo oportunidad, se trasladaron a un domicilio nuevo en Villa de Ves
(aldea conocida actualmente como Barrio del Santuario). Este primer domicilio
era una casa pequeña junto a la casa de María de Leonor, y Natividad y Eduardo.
Aunque posteriormente se trasladaron de nuevo a otro domicilio en la calle
Canaleja, en la casa que todos los vecinos conocen como Casa de Rogelio.
Fulgencia y su hijo Fulgencio. Estado actual de la casa de Rogelio. Se puede apreciar parte de la cueva. |
La mitad de esta casa estaba dentro de una cueva, cosa
habitual en este pueblo y en aquellos tiempos. En la actualidad solo han
sobrevivido unos restos de las paredes enlucidas de algunas de las
habitaciones.
Restos de las paredes con enlucido en el interior de la
cueva.
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Entre el material que conforma la cueva se pueden observar restos
fósiles de moluscos prehistóricos, otra característica habitual en el terreno
de Villa de Ves.
Finalmente hubo otro traslado de domicilio a la actual
localidad de Villa de Ves, a la casa que todos conocemos como la Mansión de los
Plazas.
Rogelio y Mª Josefa en la actual Villa de Ves mostrando
con orgullo una paella que hizo su nuera Fulgencia durante una de sus visitas
desde Valencia.
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Retomando la historia de Diego, podemos afirmar que fue un
niño especial, alegre, despierto, noble y con un amor desbordante hacia sus
padres y familiares. Desde que comenzó a asistir al colegio se mostró aplicado
y obediente, muy laborioso, y con ganas de aprender. Por desgracia, no todos
los días podía ir a clase, pues como tantos otros niños de su época, debía ir
al campo a trabajar junto a sus padres, donde era más útil para la economía familiar.
También le gustaba ir a misa, y se ofreció como monaguillo de la Iglesia del
pueblo, cuyo párroco era D. Alfredo Carrión. Este cura, aparte de administrar
la parroquia, también hacia de profesor en el Molinar, donde enseñaba a los
hijos de los empleados de Hidroeléctrica. Advirtiendo el interés que mostraba
Diego, D. Alfredo le mandaba deberes y se los corregía. Esta especie de
educación particular permitió que Diego tuviese un nivel intelectual por encima
de la media entre los niños del pueblo.
La vida seguía, y Diego crecía disfrutando de su pueblo con
sus amigos de infancia. Uno de los entretenimientos que tenían los chicos de su
edad era reunirse al atardecer cerca de
la” fuente del chorro”, fuente pública a la entrada de la aldea sobre la que
actualmente descansa una placa en honor de D. Benito García Fernández, quien en
1878 la mandó construir.
Como decía, era un punto de reunión y donde relacionarse, y
era aquí donde los chicos esperaban para
ver a las chicas cuando iban a llenar de agua los cántaros para sus casas.
Según palabras de Diego,[ “… a ellas les sucedía lo mismo, aprovechaban la
excusa de esta labor para charlar con los chicos”],[ “Los chicos decían: Mira,
ahora llega la de aquel, o la del otro; pues mira por dónde viene la tuya”,
mientras que yo, para mí decía: “… y la mía no llega, y los minutos se me
hacían horas, pero cuando la veía venir con la cara alegre y sonriente, todo el
remordimiento que en mi reinaba, en un instante desaparecía.”]
De esta forma, a los dieciséis años Diego se hizo novio de Fulgencia, que tenía
catorce años, y era guapa, simpática y lozana.
Diego y Fulgencia frente a la fuente del chorro, cerca del
lavadero, recordando tiempos pasados.
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Poco duró la alegría de la pareja de novios recién
declarada, pues, a los pocos meses, a consecuencia de la evolución de la Guerra
Civil Española, Diego fue llamado a filas para combatir en lo que se llamó
Quinta del chupete en alusión a la juventud de sus reclutas. En el caso de
Diego, contaba 16 años de edad y fue destinado a Madrid, en el Jarama. Estaba
enamoradísimo de su novia, le escribía todos los días que podía, y en la mayoría
de estas cartas había una poesía para su amada, compuesta por el mismo. Algunas
de estas poesías todavía son recordadas por su mujer como el primer día que las
recibió. Así, por ejemplo, decía:
“Eres linda,
muy linda
y al mismo tiempo graciosa,
mi corazón en ti se brinda
por si quieres ser mi esposa”
Y también en esta, escribía:
“Estoy entre montañas,
escondido entre peñones.
Pero ya llegará el día
de juntar los corazones”.
Cuando terminó la guerra civil, Diego volvió al pueblo y
siguió enamoradísimo de Fulgencia. Continuó en su casa, ayudando en las labores
del campo a su padre, Rogelio, hasta que se casó con Fulgencia. A pesar de la
alegría que suponía esta ansiada unión, en las familias de ambos existía cierto
recelo. Los padres de ella pensaban que era todavía muy joven para casarse, y
los padres de él no veían en ella una esposa ideal para su hijo, pues,
tratándose de una hija de un empleado de hidroeléctrica española, consideraban
que no sabría dedicarse a la agricultura.
Finalmente, hubo boda, y los dos enamorados formalizaron
su unión.
Diego y Fulgencia durante la celebración de sus bodas de oro |
Matrimonio de Diego y Fulgencia:
El 5 de mayo de 1942, en la iglesia del Santuario del
Cristo de la Vida, Diego y Fulgencia contrajeron matrimonio, la ceremonia fue
oficiada por D. Alfredo Carrión. Al terminar la ceremonia, se fueron a casa de
los padres de Fulgencia y ese día la madre, Avelina, cocinó algo especial, y se
reunieron las dos familias y pocos invitados más. Su luna de miel consistió
simplemente en poder salir solos a pasear esa misma tarde, sin la supervisión
de los padres; pasearon hacia la Huerta somera.
Para vivir su vida independiente, el matrimonio se
instaló en una casa de alquiler que era muy pequeña, junto a la casa de María
de Leonor, y de Natividad y Eduardo. Diego siguió trabajando un tiempo con su
padre pero sin un sueldo estable, por lo que si quería mejorar y ofrecer un
porvenir a Fulgencia y los futuros hijos, tenía que buscar un trabajo distinto.
Tuvieron cuatro hijos: Rogelio, que nació en el pueblo;
Avelino, que falleció; Fulgencio, nacido en Benajeber, y Aurora, que también
nació en el pueblo.
Hijos de Diego y Fulgencia: Rogelio, Fulgencio y Aurora.
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Encontró un trabajo como mozo de mulas en una casa de
campo situada en el campo de Requena, junto a las casas de Eufemia, llamada el
Cabildo. Allí se instalaron Diego y Fulgencia, con pocas comodidades, pues
entre otras cosas, no había agua y Fulgencia debía acarrear agua todos los días
desde la aldea de Casas de Cuadra. Diego también dedicó parte de su tiempo a
dar clases a los agricultores de los alrededores por la noche.
Más adelante se marchó en busca de trabajo a Benajeber,
donde la construcción del nuevo embalse requería mano de obra. Aquí se dedicó a
manejar grúas, y fue capataz de la brigada de trabajadores. Con esta
experiencia volvió al pueblo para trabajar en el embalse de El Molinar, y más
tarde se marchó a Valencia para trabajar en Cobra, una empresa dedicada a instalar
tendidos eléctricos, uno de cuyos fundadores, el señor Macister, también era
oriundo de Villa de Ves y amigo de Diego.
Diego junto a sus compañeros en el embalse de El Molinar.
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Diego junto a sus compañeros de Cobra.
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En su paso por Valencia, vivieron en Algemesí. Un día, la
brigada donde trabajaba Diego recibió un aviso para reparar una avería en
Xátiva, se trasladó allí y, como hacía habitualmente, se colocó los aparejos de
trabajo: cinturón y trepadores, se encaramó al poste de madera y trepó. Cuando
alcanzó la parte más alta, el poste se quebró y Diego cayó al suelo recibiendo
un fuerte golpe y el impacto del trozo roto del poste. Por lo visto, el poste
estaba podrido por dentro. Fue
trasladado al hospital de la cruz roja en Valencia donde le diagnosticaron
varias fracturas en clavícula, fémur, rodilla y costillas; estuvo ingresado con
pronóstico grave seis meses. Cuando recibió el alta médica, le quedó como
secuela una parálisis de la parte derecha de su cuerpo y una gran limitación
para el trabajo.
Diego en el Hospital de la Cruz roja de Valencia.
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Diego salió con muletas del hospital y tenía que rehacer
su vida para sobrevivir. Durante su hospitalización tuvo siempre la compañía de
su esposa. Fulgencia me contaba que durante esos meses de ingreso, ella también
tuvo un gran apoyo por parte de su hijo Rogelio, el mayor de ellos, que con
solo once años era todo un hombrecito, muy responsable. Todos los vecinos de
Algemesí le prestaron ayuda.
Para intentar reincorporarse al trabajo, la empresa Cobra
le ofreció un puesto de almacén pero al poco tiempo tuvieron que darle la baja
absoluta porque no podía trabajar. Con una pensión muy discreta y siendo padre
de tres hijos, tenía que luchar para alimentar a su familia. Frente a esta
adversidad aún se unieron más. Decidieron complementar la pensión trabajando en
un quiosco que estaba en venta en
Valencia, en el número 5 de la calle Miguelete.
Diego y Fulgencia en el quiosco de Valencia.
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Con la indemnización que recibió de la empresa Cobra y
pagando a plazos, pudieron comprar el quiosco y, con esfuerzo y sacrificio,
trabajaron para vivir dignamente hasta que Diego se pudo jubilar.
Además, el trabajo en el quiosco le brindó la oportunidad
a Diego de seguir culturizándose, rodeado de tantos periódicos, revistas y
libros. También le permitió relacionarse con personas importantes de Valencia,
por la situación de la calle Miguelete, en el centro de Valencia. Por ello
conoció gente del arzobispado y de la Catedral.
También en el mismo patio donde tenían el quiosco, había
una academia de canto, regentada por el profesor D. Fracisco Andrés Romero,
donde acudían a perfeccionar la voz, para ópera o zarzuela, gente de la talla
de Alfredo Krauss y otras celebridades del mundo de la música.
En 1985, Diego, escribió y editó un libro dedicado a su
pueblo. Llevaba por título: Historia y memorias de un pueblo.
Libro escrito por Diego Plazas Llamas en 1985
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En los años 1970 Diego fundó la asociación de pensionistas
y jubilados “San Miguel” de Villa de Ves, con la colaboración de Pepe, el
alcalde en aquel momento, y Rafael García Tomás. Siendo él presidente y con el
apoyo del resto de vecinos, se sacrificó por la asociación y consiguieron
algunas mejoras.
Con todo este curriculum, se demuestra que Diego fue una
persona sacrificada por los demás, honrado, dialogante e intelectual. Por ello
le considero una persona de mérito para el pueblo de Villa de Ves.
Tristemente, Diego Plazas falleció el 6 de marzo del año
2001, tras una vida plena y llena de amor de sus familiares y amigos.
Acerca del libro de Diego:
Este libro supone un legado de gran valor cultural, que
aporta información imprescindible para la historia de nuestro pueblo, que de
otra forma, se habría perdido en el olvido, y no se habrían podido recuperar en
generaciones futuras. Datos relativos a
la geografía, agricultura, tradiciones, fiestas populares, nombres de familias,
casas, calles, datos geopolíticos, económicos, religiosos, etc.
En la época de su edición, el libro no tuvo la aceptación
que merecía. Muchos en el pueblo no lo valoraron, sin embargo, debemos tener en
cuenta que el nivel de lectura y cultura de los habitantes del pueblo, en
aquella época, no era muy elevado, como en la mayoría de esa España tan carente
de formación académica.
Espero recuperar, a través de este artículo, el mérito y
el valor de este libro. Me gustaría animar a las nuevas generaciones a su
lectura. Sería deseable que tuviese tanto éxito que la familia de Diego tuviese
que hacer una segunda edición del libro.
Amigo Diego, desde estas humildes líneas, mi familia y
yo, pretendemos reconocer el mérito que merecéis tú y tu libro. Por tu esfuerzo
en mantener viva la memoria de Villa de Ves. Te mando, allá donde estés, un
sentido abrazo. Hasta siempre.
La historia
de Fulgencia:
D. Inocencio García Cuevas y Dª. Avelina Molina González,
padres de Fulgencia.
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Dª Fulgencia García Molina nació en Villa de Ves el 14 de
febrero de 1922, sus padres fueron: D. Inocencio García Cuevas y Dª Avelina
Molina González. Sus abuelos paternos fueron: Alejo y Fulgencia. Y por parte
materna, sus abuelos fueron: Santos y Vicenta.
Tuvo cinco hermanos: Alejo, Vicenta, José, Venerada e
Inocencio.
Fue bautizada y casada en el Santurario del Cristo de la
Vida.
D. Inocencio, padre de Fulgencia, quedó huérfano a los 14
años, cuando murió su padre. En un hogar con pocos haberes, este niño se vio
obligado a buscar trabajo. Pidió trabajo en la antigua central hidroeléctrica
del Molinar pero por su corta edad no podían admitirlo. Sin embargo, llegó a
oídos de un cargo de Hidroeléctrica (H.E.) – que también era huérfano y entendía su situación – y medió para que
colocasen al muchacho en un puesto de operario de máquinas. Vemos aquí un nuevo
ejemplo de la parte humana de esta empresa tan relacionada con nuestro pueblo.
Inocencio se casó con Avelina y formaron una familia de cinco hijos, que se permitió vivir con cierta comodidad, pues, al ser un trabajador de la plantilla de
H.E., todos los meses cobraba su salario.
Padres de Fulgencia
D.Inocencio y Dª Avelina con parte de sus hijos,
Fulgencia, Vicenta, Inocencio, su yerno Diego y una nieta: Chelo.
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En su tiempo libre, Inocencio cultivaba unas huertas que
tenía en la zona del molino, bajo el “Chotil”. También cultivaba en otra
parcela en la Huerta Somera. Y aún tenía una tercera parcela en las pozas,
entre el antiguo puente y la noguera de Emiliaco. En estas huertas había
hortalizas, higueras, albaricoqueros, ciruelos, manzanos, etc. y todo se regaba
mediante una acequia que venía, ganando altura, desde la antigua Presa Somera,
también tenía un caballo marrón que era utilizado para trabajar la tierra,
acarrear frutos en los serones y agua en las aguaderas, y como medio de
transporte para ir a la central.
Fulgencia pasó su infancia en Villa de Ves (actual barrio
del Santuario), recuerda muchas cosas de esa época pero una de las que más le
impactó fue la muerte de un padre y un hijo - ambos se llamaban Vicente -
quienes murieron ahogados cerca de las huertas de su padre.
Recuerda los juegos de las niñas, saltar la cuerda,
colgarse de los árboles; esto último le costó una caída y un buen susto, pues
tuvo que atenderla el afamado Doctor Luis Antonio Garrido Redondo, que atendía
en esa época en Villa de Ves.
También le viene a la memoria la celebración de las
fiestas en Covalta, la cueva alta del otro lado, a las que le gustaba mucho ir.
Otras fiestas que recuerda son las que se celebraban en Villa de Ves, pues el
baile se organizaba en un local propiedad de su abuela Fulgencia. Este baile
pasó a celebrarse más adelante en la plaza donde se jugaba a la pelota.
Fulgencia con sus hermanas Venerada y Vicenta.
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La casa de Inocencio y Avelina:
Situada en la antigua Villa de Ves, en la calle Fuente
Requena número 6, o “Rambla de la Sara” junto a la casa de Silverio. En esta
casa se crió Fulgencia con sus hermanos felizmente hasta que se independizó al
casarse con Diego.
Según cuenta Fulgencia, esta casa no siempre fue así;
antiguamente había un pequeño patio por el que se accedía y comunicaba las dos
casas, la de Inocencio y la de Silverio.
Frente izquierda casa de Inocencio y Avelina. A la derecha
al casa de Silverio.
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Como el vecino, Silverio, tenía una burra y siempre le
estaba riñendo a gritos y dándole palos, y también trataba del mismo modo a un
perro que tenía; Inocencio no quería ese ejemplo para sus hijos, por lo que,
tras hablarlo con Silverio, dividieron el patio con una medianera y se
construyeron sendas puertas para tener entradas diferentes, quedando la división
que se observa actualmente.
Recuerda Fulgencia que su padre era habilidoso y aseado,
gustaba de hacer bricolaje en casa. Al parecer, tenía un buen sentido de la
estética y se aplicaba en decorar la casa, cosa poco frecuente en esa época.
Hizo varias reformas en el domicilio para mejorarlo. Quitó un horno de obra
para ganar espacio, aunque la familia aún conserva la pala que se utilizaba
para la cocción del pan. Este hecho revela que la familia no tenía dificultades
económicas, por su buen empleo en H.E. y por ello se permitían comprar el pan
en horno del pueblo, en vez de hacerlo en casa.
A la entrada de la casa, a la derecha, había un aljibe
cuya puerta se encargó personalmente de fabricar Inocencio, con detalles
estéticos y, sobre todo, seguridad para los hijos pequeños.
Aljibe de Inocencio con la puerta que hizo él mismo.
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También mandó hacer una chimenea nueva muy decorativa a
un albañil de la Balsa de Ves, con la campana y los laterales chapados con
cerámica de diseños muy bonitos. Esta chimenea, probablemente la más bonita del
pueblo en los años 30 del s.XX, estaba flanqueada por dos alacenas, que
complementaban perfectamente el ambiente del hogar.
Frontal de la chimenea y dos alacenas.
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Detalle de la cerámica de la chimenea
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Al conjunto añadieron unos platos de cerámica que Fulgencia
cree que fueron comprados en Valencia.
Actualmente, aunque conserva una atmósfera de haber sido
una gran casa, está deshabitada y cerca del estado de ruina. La techumbre
amenaza con derrumbarse, como muchas casas del pueblo. Fulgencia explica que
debido a que los herederos son varios hermanos y el reparto no se ha hecho, es
difícil tomar la decisión de repararla.
Una visita a la casa de los cinco herederos:
En agosto del año 2013, Fulgencia, junto con su hijo
Fulgencio, mi esposa Manoli, y yo mismo, bajamos al Barrio del Santuario, para
visitar esta casa. También visitamos los restos de otra casa, la de Rogelio,
padre de Diego en la calle Canaleja. Fue una mañana maravillosa, en la que me
dediqué a observar a Fulgencia, quien, a pesar de tener en ese momento noventa
y un años, andaba y se movía por las calles como si hubiese rejuvenecido de
golpe. Supongo que este ímpetu era fruto de las vibraciones sentidas por tantos
recuerdos aflorando de pronto en su tierra natal.
Entramos en su casa, para lo cual tuvimos que hacer una
senda entre la maleza del patio.
Patio lleno de maleza
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Su hijo Fulgencio pasó primero y encendió la luz, nos
enseñó la casa al detalle y mientras, Fulgencia, estaba parada en el centro de
la casa, mirando todo a su alrededor con semblante serio, inmersa en sus
recuerdos.
Fulgencia observando su casa.
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Yo vigilaba el comportamiento de Fulgencia y, sin que
ella se diese cuenta, pude ver que por sus mejillas resbalaban unas lágrimas.
Fulgencia sentada en la banca antigua, pensativa y
dejando escapar algunas lágrimas.
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Todo era fruto de la emoción, cada detalle, cada color,
cada habitación un recuerdo, cada recuerdo una voz, la cocina evoca olores de
infancia, el calor del hogar. Yo mismo tuve que imponerme a ese momento porque
corría el riesgo de dejarme llevar por la emoción y mis ojos también empezaban
a humedecerse con algunas lágrimas.
Fulgencia y su hijo Fulgencio sentados en la banca de
época, percibiendo las vibraciones del pasado.
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Detalle de la alacena, cantarera y cántaros.
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Transistor y enchufes en la pared.
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Cámara de la casa, con el techo apuntalado con viguetas
de hormigón para evitar su derrumbe.
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Ecos del pasado:
Pienso que a Fulgencia le embriagaba la nostalgia.
Invadida por imágenes, palabras, recuerdos, resonancias del pasado que
reclamaban de nuevo su presencia.
Fulgencia me contaba que, en otra ocasión también se
sintió muy emocionada. Fue durante la celebración de su cumpleaños, cuando
contaba ochenta y tres años. Su familia organizó por sorpresa una comida a la
que asistieron todos sus nietos y biznietos, y después de comer le regalaron un
ramo de flores y una fotografía de todos ellos juntos. A ella le agradó mucho
esta sorpresa, y no pudo evitar llorar de emoción y alegría por sentirse tan
querida, mientras su familia le arropaba con un aplauso.
Todos los nietos de Fulgencia y Diego
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La Mansión de los Plazas:
Mansión de los Plazas, la casa del matrimonio Plazas
García en Villa de Ves.
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Es el domicilio donde el matrimonio vivió largas
temporadas, en Villa de Ves, desde que se jubilaron y con sus hijos, ya
mayores.
Fulgencia con sus tres hijos: Rogelio, Fulgencio y
Aurora.
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Fulgencia afirma que solo tiene recuerdos buenos de esta
casa, excepto dos sustos que ha tenido recientemente, cuando ella vivía sola.
Resulta que dos veces han entrado en el corral de la casa unas culebras, a las
que se enfrentó, “con mucho miedo y sudores por todo el cuerpo”, matándolas
para que no entrasen dentro de la casa.
Fulgencia en el patio interior reposando en la misma
escalera donde vio a las culebras
enroscadas al sol.
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A continuación transcribiré las preguntas que realicé a
Fulgencia, a modo de entrevista:
¿Se acuerda mucho de su marido Diego?
“Me acuerdo de él todos los días, y es como si lo tuviese
a mi lado”
¿Cómo han sido sus hijos?
“Rogelio, desde pequeño, ha sido muy serio y responsable.
Fulgencio destacó por ser un deportista nato, siempre con el deporte. Aurora,
como mujer que es, ha sido más revoltosa y exigente, pero los quiero a los tres
por igual”.
¿Cómo son sus nueras y yernos?
Son buenísimos todos. Me cuidan mucho.
Fulgencia en tertulia, una tarde de agosto de 2014, a la
fresca.
De izquierda a derecha:
Fulgencia, María Flores Amorós, Pepita Fons Martínez,
Emilia, nuera de Fulgencia.
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Amparo Pardo, nuera de Fulgencia. |
Opinando sobre Fulgencia nos dicen:
María Flores: “Es maravillosa, cariñosa, un cielo de
mujer, la quiero mucho.
Pepita Fons: “Para mí y mi familia es una persona
excelente, buenísima, con buen humor; la queremos mucho.
Emilia, su nuera: “Estoy contenta con ella y la cuidamos
con mucho gusto. No tengo quejas, nunca he tenido problemas con mi suegra”.
José Gracia Ramírez, su yerno: " Yo quiero mucho a mi suegra y siempre la he cuidado con mucho gusto".
José Gracia Ramírez, su yerno: " Yo quiero mucho a mi suegra y siempre la he cuidado con mucho gusto".
Amparo, su nuera: “Es una suegra muy buena, se ha
prestado para los buenos y malos momentos”
Dedicatoria y agradecimientos:
Este artículo se lo dedico a D. Fulgencia García Molina,
que con sus noventa y dos años tiene la admiración de todo el pueblo de Villa
de Ves.
Para concluir, me gustaría transmitir al lector que el
mejor y más emotivo recuerdo es volver a la casa de los padres, donde uno
nació, donde se percibe la paz interior que uno solo encuentra en el paraíso de
su hogar.
También quiero expresar mi gratitud a los hijos de Diego
y Fulgencia: Rogelio, Fulgencio y Aurora, por todos los datos y material
fotográfico aportado. Sin su colaboración no sería posible este artículo.
Fulgencia con Aurora.
Como siempre, Fulgencia, muy activa, visitando la
exposición de fotos de la gente del pueblo en la casa de la cultura de Villa de
Ves.
|
Desde este blog seguimos haciendo historia y recuperando
parte de nuestro pasado.
Gracias a los lectores, tanto los habituales como los que
casualmente nos han conocido navegando por Internet. Gracias a los que nos
felicitáis con vuestros comentarios porque vuestras opiniones refuerzan
nuestras ganas de investigar más sobre el pueblo.
Hasta el próximo artículo, espero que hayáis disfrutado.
Vicente Jiménez García .
Vicente Jiménez Cruz.