Fuente muy estimada por los antiguos moradores de “Villar de Ves” y
Villa de Ves ( Actual Barrio del Santuario).
La fuente Requena está ubicada en el centro del barranco de la fuente Requena, de la cual toma su nombre.
Barranco de la Fuente Requena
El nombre de este barranco se mantiene incluso pasada la fuente, durante 500 metros más, hasta llegar a un salto de roca con un desnivel de 30 metros aproximadamente. Desde este punto el agua de lluvia se encauza hacia el Barrio del Santuario y ese tramo del barranco es conocido como Rambla de la Sara.
Vista del Barrio del Santuario desde el inicio de la rambla
Sara era la propietaria de una de las primeras casas con las que se encuentra la rambla. Dicha rambla discurre por delante de esa casa, sigue calle abajo, cruza la calle de las bodegas y desemboca por el punto conocido como “el chotil” donde aporta agua al rio Júcar .
Vista opuesta del salto donde empieza la rambla(señalado con una flecha roja)
Vista de la Rambla de la Sara a su llegada al Barrio del Santuario
Casa de la Sara en la decada de 1960. Al fondo, a la izquierda, destaca
la rambla de la Sara.
Estado actual de la casa de la Sara, paso natural de la rambla que tiene su nombre.
El Chotil, punto donde la rambla vierte montaña abajo aportando agua al rio.
Se puede ver el paseo que sube hacia el Santuario del Cristo.
Vista en picado desde el Chotil.
Playa de arena formada por los sedimentos arrastrados por la rambla
El barranco de la fuente Requena nace en el mismo punto que el camino de herradura que va desde Villa de Ves hacia el Barrio del Santuario, en el área conocida como “ La asomá”.
La Asomá, inicio de la senda que baja al Barrio del Santuario
La fuente Requena se encuentra encajonada en el centro del barranco, rodeada de un paraje de singular belleza. Encontramos por doquier un entorno kárstico, escarpado y quebrado, con rocas carbonatadas jurásicas.
La fuente Requena está ubicada en una cueva pequeña a los pies de una gran roca y alberga constantemente varios metros cúbicos de agua que inundan parcialmente dicha cueva. Se le añadió una pequeña pared para proteger la cueva. El nacimiento de agua se intuye al final de un agujero en la roca, al que en algún momento se le añadió un tubo para formar un chorro aprovechable.
Cueva inundada de agua, el chorro está en la pared izquierda de la roca donde ha crecido una planta.
En el centro de la imagen se ve el chorro goteando.
Imagen ampliada del agujero en la roca donde nace el agua. Este agujero se interna más profundamente en la roca pero la oscuridad no permite ver el final.
Hay gente del lugar que asegura la existencia de otro pequeño nacimiento en el fondo de la cueva, sin embargo no se puede comprobar porque permanece inundada todo el año.
Este hecho es relevante pues los lugareños nunca han conocido que la fuente se haya secado.
El agua que proporciona esta fuente es potable y era muy apreciada por los moradores de este pueblo.
Por ejemplo, las mozas y mocitas del Barrio del Santuario se lavaban la cabeza con agua recogida de esta fuente, pues sabían que el pelo les quedaba suave y suelto como si hubiesen utilizado una de las actuales cremas suavizantes.
También se valoraba mucho sus propiedades culinarias, ya que, a la hora de hacer un puchero con legumbres como las lentejas, garbanzos o habichuelas, éstas se cocían mejor que usando otro tipo de agua. De hecho, era habitual en el barrio mandar a los niños a la fuente para llenar un botijo de agua.
Los aldeanos de arriba no bajaban tanto para este menester porque muchos disponían de aljibes en sus casas, que se llenaban con el agua de la lluvia; con esta agua también se cocinaba bien.
Pero, estimados lectores, no todo el mundo en la aldea de Villa de Ves disfrutaba de un aljibe. Había familias que compartían un aljibe con otras familias; durante el verano - que es la estación más seca y hay escasez de lluvia – o en los años más secos, los aljibes de las casas se agotaban y esto obligaba a estas familias a bajar a la fuente Requena para abastecerse de agua.
Acarrear agua desde la fuente hasta arriba era laborioso, por lo que la gente solía utilizar animales de carga: Burros y mulas. A estos animales se les ponía aperos fabricados artesanalmente con pleita de esparto. Los más usados eran los serones con forma cónica, y se distribuían cuatro de ellos unidos por sogas gruesas o bandas de pleita, resultando dos serones a cada lado del lomo del animal para estabilizar la carga. Al conjunto de aperos para esta labor se le llamaba aguaderas.
Aguaderas fabricadas con pleita de esparto.
En cada serón se introducía un cántaro de agua y por la forma cónica de aquel quedaba bien encajado, a pesar de lo tortuoso e irregular que es el camino. No obstante, para evitar derrames accidentales, se tapaba la boca del cántaro con un tapón de corcho.
En cada viaje a la fuente se podían subir cuatro cántaros, pero para evitarle daños al animal derivados del roce con el esparto y el peso del agua, se disponía de una manta doblada sobre el lomo del animal y otro apero llamado albarda, este era más grueso y acolchado, fabricado con paja de centeno o borra y sobre éste se ponían las aguaderas.
Foto mostrando una mula cargada con las aguaderas.
Luis Jiménez y su nieto Vicente Jiménez Cruz en 1980.
Ejemplo de cántaro
Me he recreado un poco con este tema porque quiero evitar que estos nombres se pierdan de la memoria colectiva. También para que sirva de muestra a los jóvenes, para que valoréis la vida de vuestros antepasados y seáis conscientes de lo difícil que era su vida diaria. Ya veis que, algo tan simple hoy en día como es abrir un grifo y llenar un vaso de agua, antes era un lujo.
Un consejo para los visitantes:
Si os habéis propuesto hacer una excursión a la fuente, no olvidéis llevar un vaso o una botella para llenarla y mientras os reponéis de la caminata, bebed un trago y disfrutad del silencio y el espectáculo que ofrece el paraje. Esta es la manera de saborear la pureza de esta agua tan fina, en el mismo lugar donde nace, a unos pasos de su manantial. Quizá notéis como sus propiedades saludables se incorporan a vuestro organismo y os sentiréis en comunión con la naturaleza.
Y sobre todo, respetad la naturaleza.
Labores de poda de maleza para recuperar el paso hacia la fuente.
Fauna en este paraje.
En estos momentos, la fuente Requena es uno de los principales abrevaderos para una manada de cabras montesas (Capra pyrenaica hispanica) que habita la zona. Por este motivo son fáciles de ver si se anda con sigilo. Suelen estar en la solana, por debajo de los muros, el barrio del Santuario y la fuente Requena. Si queréis verlas debéis bajar a la fuente o a la Peña de los Pajares donde hay un puntal desde el cual se tiene una vista panorámica de la montaña por cuyos riscos trepan las cabras montesas.
Grupo de machos en el barranco de la Sara trepando rocas casi verticales.
Es recomendable llevar prismáticos porque se camuflan muy bien con el paisaje y al mínimo ruido buscan cobijo entre los matorrales. Fijaos bien, porque a pesar de su escondite, la cornamenta de los machos les delata, sobresaliendo y mostrando una silueta característica.
Cabra montesa oculta tras un matorral.
Se distingue la silueta de su cabeza con su impresionante cornamenta.
Señaladas con círculos rojos: Hembras de cabra montesa.
En esta sencilla excursión se puede observar, además, otro tipo de fauna autóctona como: Conejos, zorros, ardillas, sapos, lagartos ocelados y una inmensa variedad de insectos. En nuestra última excursión a esta zona advertimos la presencia de dos especies de insectos: La mantis religiosa y ,una muy curiosa, el ácaro de terciopelo.
Mantis religiosa
Imagen aumentada de un Ácaro de terciopelo. Eutrombidium rostratus.
Fotografiado cerca de la fuente. Tamaño del insecto inferior a 0,5 mm.
Nuestra fotógrafa, Laura, nos muestra con estas fotos que algo diminuto no deja de ser interesante.
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FÁBULAS:
Cuentan que por la noche se aparecía una gallina clueca con diez o doce pollitos en la fuente Requena. Por supuesto, esto no era normal, y a la gente le impresionaba mucho, causándoles respeto e incluso miedo.
La realidad que se ocultaba tras este misterio era más mundana. El origen está en Virgilio, hijo de Constantino; este señor pertenecía a una de las familias que no tenía aljibe propio – como expliqué anteriormente – y madrugaba mucho, pues ya a las cuatro de la madrugada preparaba la burra y bajaba a la fuente para llenar cántaros, ganando un valioso tiempo para luego trabajar en el campo con más luz del día. Virgilio corrió la voz de estas apariciones y otras, siendo tan efectivo que la mayoría de la gente evitaba bajar a la fuente a esas horas crepusculares. Así conseguía que nadie se le adelantase y podía ser el primero en llenar los cántaros sin tener que guardar turno. Recordemos que la fuente suministra un chorro pequeño y no se puede llenar más de un cántaro a la vez.
Otra fábula me la relató nuestro amigo Porfirio García Martínez, testimonio vivo de nuestras costumbres que aún pasa los veranos en Villa de Ves y que gracias a su buena memoria y lucidez nos aporta valiosa información.
D. Porfirio García Martínez y su esposa en el patio de su casa en Villa de Ves, relatándonos esta fábula.
Cuenta Porfirio que hace muchos años, un morador del Barrio del Santuario, bajaba por el camino montado en su burro cuando, cerca de la zona de la fuente Requena - donde el camino empieza a llanear y se encara hacia la Peña de los pajares - tropezó el animal y este señor cayó al vacío, unos 4 o 5 metros hasta el fondo de un calderón que normalmente tiene agua, lo que le produjo la muerte.
A partir de este momento, se corrió la voz de que el espectro de este señor se aparecía por las noches a las personas que pasaban por allí. Porfirio fue testigo de este temor colectivo y nos pone el ejemplo siguiente: En esos tiempos, se proyectaban películas de cine en el Barrio del Santuario los sábados, en la casa de Pepe, el de Enrique. Siendo Porfirio un chaval joven se bajó del Villar con su primo Algimiro a ver una película, pero al volver hacia arriba, se hizo de noche y tenían que pasar por esta zona tan temida. Ambos sentían como se les erizaba la piel y su miedo se tornó en pánico al ver unos bultos moviéndose en la oscuridad, justo en el punto donde murió aquel señor. Según afirma Porfirio, estaban cagaos de miedo [sic] y echaron a correr cuesta arriba haciendo gran ruido, gritándose uno al otro: ¡ Corre, corre!; y con el escándalo de piedras que caían rulando con los tropiezos. Y este pánico parecía interminable pues, por más que corrían no conseguían dejar atrás a lo que fuese que les perseguía. Subieron sin parar hasta la asomá, y ya en la carretera, recobrando el aliento, se percataron de que los bultos que habían visto y quien corría tras ellos, no eran más que perros que estaban con una perra en celo. Por lo visto, merodeaban por la misma zona que ellos y se asustaron cuando comenzaron a correr y a hacer ruido, estando los animales tanto o más asustados que ellos. Aún recuerda Porfirio que uno de aquellos perros era de Alejo y lo llamaban Martín.
Esta es la realidad del miedo, un estado mental del que cada uno coge la cantidad que quiere.
Calderón en medio del barranco. Visto desde donde supuestamente se precipitó el señor de la fábula.
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Desde esta ventana al mundo que supone internet, me gustaría hacer un llamamiento a las autoridades de Villa de Ves y de la Comunidad de Castilla La Mancha para que señalicen debidamente esta senda y que se luche por introducir estos lugares en la red nacional de senderos. Esto nos facilitaría acceso a ayudas para acondicionar y mantener estos caminos.
También se podría acondicionar el entorno de esta fuente con mobiliario adecuado al medio, como los merenderos de la antigua ICONA, y algún panel didáctico sobre la geología, fauna y flora del paraje. Por ello emplazo a las autoridades competentes a contactar con la Dirección General de Conservación de la Naturaleza para que nuestro pueblo siga vivo, gracias a actividades como el ecoturismo.
Gracias a todos los que leéis este blog y me animáis a seguir escribiendo.
Hasta el próximo.
Fotografía: Laura Vélez.
Montaje: Vicente Jiménez Cruz
Texto e investigación: Vicente Jiménez García.
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Me sigue encantando lo que escribes. La foto de mi tio Luis, me ha emocionado. Sigue así.
ResponderEliminarMe solidiarizo con lo de recuperar este paraje de todos y tan peculiar.
Tu primo Jose
Muy interesante, por favor continua con esta labor tan educativa para que otros conozcamos nuestro entorno. Gracias, Vicente.
ResponderEliminarBravo, muchas gracias por este documento. Conozco bien el "atajo" y la Fuente Requena. De joven visitando a las guachas o de tirarnos piedras con los guachos del Villar, muchas noches al pasar por la Fuente Requenay escuchar cualquier ruido entre el silencio que nosotros mismos provocabamos al pasar por allí, saliamos corriendo como alma que ha visto al diablo atajo abajo y en recto, sin respetar su zigzag de bajada, y algún que otro morronazo nos pegamos. En la Villa nos contaban tres leyendas sobre ese paso: la Llueca, el cordero y la mujer peinándose en Fuente Requena... también porque era el punto en donde Baldo y compañía nos esperaban para tirarnos piedras desde arriba, desde la peña que se enfrenta al Castillo-cementerio en el lado de la Fuente Buena. Gracias por traerme estos recuerdos y mi enhorabuena, si necesitas alguna documentación pueedes pedimerla e intentaré conseguirla. Eduardo.
ResponderEliminarGracias por el comentario.Acepto con agrado tu ofrecimiento para aportar documentación.Como no te conozco personalmente, espero que si lees esto, me puedas dar tu correo electrónico para poder contactar contigo.
EliminarEl mio es vicentejimenezsl@gmail.com
Sobre todo por lo de las visitas a las guachas de El Villar
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