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La creación de este blog se debe a mi interés por recuperar las raíces de mi pueblo: su historia natural y popular.

martes, 17 de noviembre de 2015

REMEDIOS ARGENTE JIMÉNEZ. El último habitante de Villa de Ves(Barrio del Santuario)

Doña Remedios Argente Jiménez 1902-1998† 

Estimados lectores, en esta entrada del blog os voy a relatar la historia de Doña Remedios Argente Jiménez, un extracto de todos los datos que hemos podido recopilar sobre Remedios, una paisana que tiene una historia singular y que no puede quedar en el olvido.
Para la comprensión de este artículo y evitar confusiones en el lector, debo advertir que desde el año 1962 está reconocida como cabeza de municipio la anteriormente conocida como aldea del Villar de Ves, denominándose actualmente Villa de Ves; por otra parte, la vieja población pasó a llamarse Barrio del Santuario. Para no ser redundante a lo largo de este artículo, cada vez que nombre Villa de Ves me estaré refiriendo Villa de Ves (antiguo) ya que fue allí donde vivió la protagonista de esta historia.

Antigua Villa de Ves cuando vivía Remedios.
Introducción:
Villa de Ves, hasta los años 1950, era un pueblo donde se vivía muy bien. Había prácticamente de todo: Ayuntamiento, dos casinos, un estanco, dos tiendas de comestibles, cartero, cine, una sala de baile, dos molinos de aceite, un molino de trigo, etc. Aquí acudía mucha gente de los alrededores para suministrarse de las tiendas, comprar productos de las numerosas huertas, y también para divertirse en sus tiempos de ocio. Aquel pueblo rebosaba de vida. Sin embargo, cuando en 1951 se terminó el embalse del Molinar, Villa de Ves se quedó sin ribera y desaparecieron las huertas. Los jóvenes empezaron a emigrar y a éstos les siguieron sus padres cuando los medios de ganarse la vida iban desapareciendo, y con ello toda la estructura social del pueblo. Villa de Ves sufrió un despoblamiento gradual y el abandono de las casas y los campos. Salvo una excepción. Una persona resistió de forma numantina, siendo la única habitante del pueblo durante décadas, esa mujer es la protagonista de este artículo.
Villa de Ves despoblado y abandonado. En el centro: casa de Remedios.
Historia de Remedios:
Doña Remedios Argente Jiménez nació en Villa de ves el 20 de noviembre de 1902 y falleció el día 19 de octubre de 1998 con 95 años de edad, a punto de cumplir 96. Sus padres fueron D. Enrique Argente García y Dª Isabel Jiménez Miravalles, quienes tuvieron cuatro hijos, en este orden: Francisca, Remedios, Isabel y Pepe. Francisca vivió en Casas Ibáñez, Remedios es la protagonista de esta historia, Isabel es la madre de Matías, Enriqueta, Conchita y Maribel, y Pepe es conocido en el pueblo como “Pepe el de Enrique” – el de las herradas de abajo -.


Partida de nacimiento de Remedios.

Remedios nació y vivió siempre en su pueblo en la casa que heredó de sus padres, en la calle Bodegas sin número de Villa de Ves.

Casa y patio de Remedios. Remedios con su madre: Isabel.

Remedios era delgada y de pequeña estatura, pero su naturaleza era de una gran vitalidad y fortaleza, sin duda, necesaria para poder vivir tantos años en soledad, sin ayuda de nadie en las labores diarias y sin compañía en la oscuridad de la noche. Era una persona humilde, sencilla, cercana a la gente, afable, laboriosa, hacendosa, limpia, amante de las plantas y los animales, de su pueblo y de la naturaleza.
Remedios nunca fue a la escuela – aunque aprendió a leer y escribir por sí misma – porque desde pequeña ayudaba a su padre a cultivar las tierras en las Herradas de abajo y en las huertas que tenían en la ribera del rio Júcar en Villa de Ves. La mayoría de éstas se situaban en la zona que actualmente se conoce con el nombre de “Las pozas” cerca de la noguera gigante que era de D. Emilio, “Emiliaco”. En estas huertas, además de hortalizas, cultivaban higueras, melocotoneros, albaricoqueros, ciruelos, etc. Pero también se dedicaban al cultivo de cereales, viñas, azafrán y olivos. Ella disfrutaba trabajando en la huerta, podaba e injertaba los frutales con maestría, usando técnicas aprendidas de su padre, quien, incluso cuando envejeció y perdió algo de movilidad seguía yendo al campo gracias a una burra blanca que era muy mansa; contaban que esta burra permanecía quieta, sin moverse ni un milímetro cuando D. Enrique hacía el esfuerzo de subir a su lomo utilizando a modo de escalera una gran piedra que había en las huertas.

Foto de Remedios en la calle Valencia de Villa de Ves.

Cuando falleció su padre, Remedios siguió utilizando esa burra para ir a trabajar al campo o para desplazarse a los pueblos más próximos para vender las hortalizas excedentes; por ejemplo, ella solía contar la anécdota de una vez que fue a la aldea de La Pared con los serones de la burra llenos de ajos y no consiguió vender ninguno.
Como ya hemos dicho, Remedios era una mujer laboriosa y una tarea a la que se dedicaba con maestría era a tejer con ganchillo. Sabemos que tejió varios paños de punto para la Iglesia. También solía tener un detalle con la gente del pueblo, veraneantes o visitantes asiduos, a quienes regalaba prendas tejidas por ella cuando nacía un hijo o un nieto; por ejemplo, trajecitos para recién nacidos, pantalones, suéteres.

Remedios en el patio de su casa mostrando su amor por la familia. De izq. a dcha: Carlos, Remedios y Javi, hijos de Maribel.

Otra de sus pasiones eran las plantas. Como se suele decir, tenía mano para las plantas, si cogía un trozo de rama, la plantaba y con seguridad esa planta crecía. La prueba de este don es todavía visible en su casa, su patio tiene dos jardineras a ambos lados y siguen llenas de plantas, una higuera, una palmera y algún arbusto. Pero, no contenta con este jardín, aún repartió 60 macetas más por el patio, utilizando cualquier recipiente para ello. Y no es despreciable la faena que suponía cuidar este vergel, puesto que Remedios tenía que transportar el agua a lo largo de quinientos metros desde la “fuente del chorro” con cántaros y cubos hasta su casa.
Con las hojas de la palmera fabricaba ella misma las escobas para barrer la casa y, aún con una avanzada edad, tenía fuerza para enjalbegar la casa con cal, incluso cuatro veces al año en el caso del humero o fraile de la cocina de leña.

Puerta de la casa de Remedios con la nieta de Francisca: Francisca, Isabel y Remedios.

Acostumbrada a la supervivencia en soledad, Remedios prefería cocinar con leña antes que usar gas butano. Recogía ella misma la leña de los alrededores del pueblo o de restos de la poda de sus oliveras.
Estas oliveras también la mantenían ocupada. Aparte de cavar la tierra con azada igual que lo haría un hombre, ella se encargaba de recoger las olivas, aunque siempre se ofrecía algún sobrino o vecino durante las visitas esporádicas al pueblo o en fin de semana, cuando transportaban lo recolectado a la almazara más cercana para convertirlo en aceite. Siempre reservaba una cantidad para aliñarlas y tener reservas en las orzas de su despensa. Hay testigos que aseguran que con 80 años cumplidos aún se desplazaba hasta las “herradas de abajo” a coger dos cestos de olivas, a doce kilómetros del pueblo, salvando un gran desnivel y por malos caminos. No le importaban las horas de trabajo.
Otra muestra de la autosuficiencia y valentía de Remedios es que todos los años se subía al tejado de su casa para retejar las tejas rotas.
En cuanto a la cocina, sus especialidades eran el gazpacho manchego, las gachas de matanza y la tortilla.



Izquierda: Remedios en su cocinilla haciendo una tortilla. Se puede observar la tortilla en pleno vuelo.
Derecha: Remedios haciendo gazpacho manchego.


En la cocinilla tenía un horno de leña donde, algunas veces, hacía pan para una semana o deliciosas magdalenas.

Remedios depositando un cántaro de agua en la cantarera.

La vida en el campo la convirtió en una gran conocedora de las plantas medicinales de los alrededores, era capaz de distinguir una inmensa variedad de plantas con propiedades curativas y aromáticas, y según la temporada las recolectaba y realizaba el proceso de secado para guardarlas en bolsas de tela en su casa. Así, podía utilizarlas según las dolencias que pudieran aparecer.
Era tan limpia que lavaba sus ropas y sábanas  asiduamente, aunque eso implicaba cargar con el peso de la ropa, el cubo y jabón a cuestas hasta el lavadero de la “fuente buena” o, a veces al lavadero de la Villa de Ves.
Pero a pesar de rebosar energía y de vivir en un ambiente idílico, la vida no se lo ponía fácil. Conforme pasaban los años iba perdiendo fuerzas y aparecían enfermedades. Con la vejez, las visitas al médico eran más frecuentes y eso suponía subir al pueblo de arriba; su avanzada edad no le impedía trepar por la senda que asciende por terreno abrupto más de media hora. Naturalmente, los médicos se solidarizaban con su caso y le ofrecían que se esperase a terminar las visitas para bajarla con su coche. Muchas veces, si le recetaban alguna medicina, ellos mismos se la bajaban al día siguiente. Sin embargo, otras veces no podían, y ella subía también a por las medicinas.

Remedios con Encarna, hija de Sara la de la Rambla.
También tenía que subir alguna vez a comprar el pan pero, siempre que podía, el mismo panadero se lo bajaba. Igualmente, los familiares o vecinos que visitan Villa de Ves los fines de semana también le bajaban pan o botellas de gas butano si le hacía falta, y había quien ni se la cobraba.
Sus animales:
Ella siempre estuvo rodeada de animales. Le hacían compañía y los quería mucho. Excepto en sus últimos años de vida en los que no podía hacerse de tantos. De media, tenía siempre veinte gatos, quince gallinas y un gallo, cerca de cinco perros y los que pudiesen llegar – si  alguien se lo daba en adopción - eran siempre bienvenidos.
Las gallinas estaban sueltas en el corral pero, cuando Remedios envejeció, el marido de una sobrina se encargó de construir un gallinero con tablas y tela metálica.

Remedios con uno de sus queridos perros.

A pesar de ser una persona tan ordenada y aseada, permitía a todos los animales entrar en su casa y convivían como miembros de una familia; luego limpiaba y ordenaba la casa.
Quería a sus animales como si fuesen personas y, de hecho, hablaba a las gallinas y los gatos como si fuesen humanos. Todos los perros y gatos tenían nombre, sin embargo, algunos fueron más importantes en su vida y Conchita y Maribel aún los recuerdan.  Dos perras se llamaban  Villa Cristina y Estrella, y dos perros tenían por nombre Buque y Lucero. El último perro que tuvo fue un pastor alemán muy bueno, y fue un regalo de unos señores de Cartagena que construyeron una casa en la Villa; cuando ella ya no pudo cuidarlo se lo regaló a los que trabajaban en el campamento de verano que había en el Molinar, administrado por los curas de la Iglesia de San José de Torrente.
Hasta tal punto quería a sus animales que una noche escuchó un fuerte alboroto en el gallinero y supuso que las gallinas estaban alteradas por algún animal merodeador, sin temor por su integridad, cogió las tenazas de hierro de la cocina y se adentró en el gallinero hasta toparse con una gineta que ceñía entre sus dientes  el cuello de una gallina. Le descargó unos cuantos golpes de tenaza, aunque la gineta no soltaba su presa – decidida a no perder su cena – pero al final el hierro pudo con la gineta. Una vez muerta, le quitó la piel y la rellenó con paja y le dio forma como si estuviese disecada para exponerla en casa.

Gineta: genetta genetta. ©Guérin Nicolas

Arte y poesía en la vida de Remedios:
Y es que la protagonista de este artículo también tenía una gracia innata – que podemos  tener todos por el hecho de ser humanos pero en ciertas personas se convierte en un don  – para recitar poesías y contar historias, quizá oídas en su infancia o quizá inventadas en sus horas de soledad, repitiéndolas y perfeccionándolas hasta transformarlas en una buena historia.
Es conocido que cuando estaba en compañía era simpática y cercana, lejos de la imagen que se podría tener de las personas que viven largo tiempo en soledad. Gustaba de contar estas historias y las enlazaba con otras, con la habilidad del buen narrador que cautiva a su audiencia, es decir, no se trataba de la abuela que aburre con sus historias, todo lo contrario, la gente no se aburría con ella.
También cantaba canciones de su época y recitaba diversas poesías y refranes.
Como recuerda Dª Luisa Garrido, una de aquellas poesías empezaba así: “Castillo de la Villa fortalecido, que con trabucos y espadas te han defendido…” Esperamos indagar un poco más entre los vecinos para poder recuperar el resto y completarla más adelante en este blog.

Foto izquierda:Remedios y Maximina en una celebración.
Foto derecha: -De derecha a izquierda- Isabel, Francisca, Remedios y Presentación, nieta de Francisca.

Sus amores:
Remedios vivió sola y soltera toda su vida pero sí tuvo pretendientes. El primero que tuvo, podríamos decir que fue su verdadero amor, fue un empleado de Hidroeléctrica Española que vivía en el antiguo poblado del Molinar. Este señor quería a Remedios y era un pretendiente acomodado económicamente, pero era viudo y a ojos de los padres de Remedios no estaba bien visto, de modo que le prohibieron relacionarse con él. Como hija obediente que era, acató las órdenes de sus padres aunque le pesase toda la vida.
Hubo más pretendientes a lo largo de su vida pero jamás olvidó al primero y los demás no llegaban a conquistar su amor. Sin embargo hubo uno muy especial cuyo caso merece ser contado. Un caso como el de Remedios, una persona que vive sola tantos años en un pueblo abandonado, se hizo muy famoso y llegó a salir en el semanario “El caso” con tirada nacional. A través de esta revista un lector de Madrid se puso en contacto con ella escribiéndole una carta muy bien escrita, en ella le explicaba que la consideraba una mujer con un criterio firme y cualidades excepcionales por lo que le ofrecía ir a vivir junto a ella en Villa de Ves el resto de su vida, compartiendo la vida para lo bueno y lo malo, respetándola al máximo; siempre que ella consintiera. Remedios se sintió muy alagada y agradecida por esta carta pero decidió seguir viviendo sola. Así que, mandó a sus sobrinas Conchita y Maribel redactar una carta en respuesta a la del señor en la que le agradecía su atención pero que rechazaba la oferta.

La economía de una superviviente:
Independiente hasta el final, Remedios vivió sin faltarle nada, humildemente pero sin necesidades superfluas. Sus necesidades eran las básicas y las cubría prácticamente con lo que daba la tierra. No obstante, recibía una paga de Caritas de cuatro mil pesetas y obtenía algún dinero extra vendiendo huevos a los visitantes de fin de semana. Siempre decía que tenía unos ahorrillos.

Relación con la Iglesia y los curas:
Remedios era católica practicante y estaba muy unida a la Iglesia, al santuario y al Cristo de la Vida, que es algo supremo que todos los villadeveseros llevamos en nuestro ser. Ella era la encargada de guardar la llave del santuario en su casa, así como de vender los recuerdos de todo tipo relacionados con la imagen del Cristo de la Vida, ofreciendo estos servicios de forma altruista a los visitantes, peregrinos y veraneantes que acuden para venerar o conocer este lugar. También se encargaba de limpiar la Iglesia y cada vez se subía con su cubo de agua. Debemos aclarar que desde su casa a la Iglesia hay casi un kilómetro con una pendiente pronunciada y que esto lo hacía con una edad avanzada.
Su relación con los curas de la zona fue muy buena, y merecen destacarse dos con los que tuvo gran amistad. Don Gregorio se preocupaba mucho por ella y fue él quien tramitó los papeles necesarios para operarla de cataratas. Don Ángel también estaba pendiente de Remedios, de sus necesidades, la visitaba con frecuencia y hasta que no la encontraba no se iba: y es que había veces que ella estaba cavando en el campo de olivos por los alrededores y él tenía que buscarla si quería hablar con ella, aunque no le costaba mucho pues siempre se sabía por dónde andaba porque sus perros estaban cerca.

Visitas de los obispos:
El caso de Remedios era tan divulgado y curioso que hasta los obispos de la diócesis de Albacete lo conocían y se interesaban por ella. Conocemos el caso de dos obispos que bajaron hasta Villa de Ves para visitarla: Don Victorio Oliver Domingo, conocido por ser un hombre de gran corazón, quien la visitó dos veces y que ella siempre recordaba aquella conversación:
-          ¿Cómo está usted, Remedios?
-          Estoy sola.
-          Tú, hija, no estás sola. Dios te acompaña.
-          Es verdad, porque yo no me siento sola.

El otro obispo que la visitó es Don Francisco Cases Andreu. De él, solo conocíamos su nombre pero investigando un poco sobre él contacté con la diócesis de Albacete, con el archivo histórico diocesano, donde quedan registradas las visitas y viajes de los obispos. Tras hablar un rato con un sacerdote que me atendió con gran amabilidad me derivaron a la diócesis de Canarias, lugar donde reside actualmente el obispo D. Francisco Cases.

Su Excelencia Monseñor Francisco Cases Andreu. Actual obispo de la Diócesis de Canarias. foto de la Diocesis de Canarias.

Esta vez me atendió telefónicamente la secretaria de monseñor Francisco, le expliqué quien era yo y mis motivos para buscar información, me pidió mi teléfono – con lo que pensé que me darían largas o tendría que insistir – y para mi sorpresa unas horas más tarde, el mismo día, recibí una llamada y – esta vez la sorpresa fue mayúscula – era Su Excelencia Reverendísima Monseñor Francisco Cases. Hablé con él durante veinte minutos sobre el tema de Remedios y otros recuerdos que tenía de Villa de Ves, fue una conversación fluida e ilustrativa; por ello le estoy muy agradecido. Por su llaneza conmigo me recordó al Papa Francisco.
Me decía, pues, que cuando él conoció el caso de Remedios se preocupó por ella, ya que, una anciana de noventa y dos años – que contaba en esa época – viviendo sola en un pueblo abandonado no era una cosa normal y en la primera visita que hizo a la zona bajó a visitar a esta singular mujer.  Cuenta que paró el coche en la puerta de su casa, llamó al timbre pero nadie contestaba, así que comenzó a llamarla: “¡Remedios, soy el obispo! ¡Que he venido a verla! “. Y así varias veces más, pero la puerta seguía sin abrirse. El obispo pensó que quizá lo que ocurría era que Remedios desconfiaba de que un obispo fuese hasta un pueblo tan alejado, de modo que, volvieron a meterse en el coche y avanzaron cincuenta metros alejándose de la casa; al momento se abrió la puerta de la casa de Remedios, y le dijo: “ Remedios, que soy el obispo”. Solo entonces, al verlo vestido con el hábito, se acercó y estuvieron charlando. Monseñor le ofreció su ayuda en caso de que tuviese alguna necesidad y ella le contestó que no le faltaba nada, que recibía muchas visitas, pero que a la vez estaba sola. Él la intentaba convencer de que estaría mejor con su familia, sus sobrinas o en alguna residencia donde recibiese los cuidados apropiados, pero ella no cedía, expresando su deseo de permanecer en su casa, pues estaba convencida de que no le iba a pasar nada malo pues tenía siempre presente la compañía del Cristo de la Vida de Villa de Ves. Monseñor Francisco me contaba que se fue más tranquilo cuando observó que del cuello de Remedios colgaba el aparato que permite contactar con Cruz Roja en caso de emergencia.  También recordaba que ella cavaba sus campos de olivos y recogía olivas y leña, y esto sí que le preocupaba más, pues pensaba: “Dios mío, a esta mujer, cualquier día le va a ocurrir algo en mitad del campo y  nadie podrá socorrerla”.
La segunda vez que la visitó le abrió la puerta enseguida, estuvieron hablando y le dio el mismo consejo que la vez anterior, a lo que ella le contestó diciendo que si tenía que morirse prefería hacerlo en su casa. Monseñor recuerda que observó con preocupación que el tumor que por entonces ya tenía Remedios en el cuello iba aumentando su tamaño; al poco tiempo se enteró de que la habían trasladado a una residencia y, poco más adelante, se enteró de su fallecimiento. Confiesa que tal noticia le afectó y que lo sintió muchísimo. Guarda un cariñosísimo recuerdo de Remedios Argente.
Nuestra conversación terminó diciéndome que tenía un nostálgico recuerdo de Albacete y especialmente de Villa de Ves con su Cristo de la Vida, aunque recuerda con pavor el peligroso ascenso en coche  por la rampa que lleva hasta el Santuario, y cómo se decía a sí mismo: “Si se estropea el coche mientras subimos, nos despeñamos e iremos a parar al fondo del Júcar”.
Desde este blog elevo mi agradecimiento a S.E.R .Monseñor Francisco Cases Andreu por haberme atendido tan amablemente y por dedicarme su valioso tiempo. Me transmitió sosiego y reconocí en él que tal como predica es un defensor de los derechos humanos, de la vida una vez fecundada y creada.


Inundaciones de 1982:

Este episodio trágicamente recordado por todos los habitantes de Villa de Ves y por los afectados por el desbordamiento del Júcar, sorprendió a Remedios sola, como era habitual, pero posiblemente fue la situación más peligrosa por la que pasó en toda su vida. Y no fue para menos, pues según datos oficiales cayeron hasta seiscientos litros por metro cuadrado. Ella siempre recordaba que padeció mucho miedo, y que no hacía más que rezar y rogar al Cristo de la Vida para que la protegiera de lo que parecía el fin del mundo con tal diluvio. Le venía a la memoria que aquel día un chico bajó – arriesgando su vida – para comprobar cómo estaba. Nunca olvidó ese gesto. Posteriormente hemos sabido que aquel chico fue Julio, hijo de Evencio García y María, que en aquellas fechas vivía en Villa de Ves.


La casa de Remedios:

Casa de Remedios en la actualidad.

Remedios vivió toda su vida en la casa heredada de sus padres, una casa de pueblo, de agricultores pero con detalles de una buena casa. Con algunos elementos decorativos, sobre todo plantas y flores, situada en el centro del pueblo.

Remedios en el patio de su casa rodeada de plantas.
Al cruzar la puerta de entrada, se abría un patio ajardinado y alargado con arriates a ambos lados del paso central, en el cual abundaban las macetas de flores; en el lateral derecho sobresalía una palmera, una higuera y un gallinero junto a la cuadra.

Higuera y Palmera en el patio de Remedios.

 Frente a este, en el lateral izquierdo una madreselva grande, una cocinilla con horno de leña cubierta por una terraza. En el centro una puerta de acceso a la nave del cuerpo principal de la casa donde encontramos un garay, una chimenea de leña con fraile o humero, y dos habitaciones. A lo largo del tiempo, Remedios hizo algunos cambios y puso más plantas y flores. Hizo un gallinero cerrado, en la cuadra hizo un cuarto de baño y en el garay, que era la parte más fresca de la casa, hizo una despensa donde guardaba los alimentos y las orzas de olivas que ella preparaba.

El jardín era un reflejo de la persona que lo cuidaba, transmitía orden y pulcritud. Y aunque ahora no es ni una sombra de lo que fue, viendo las fotos se puede deducir que con cada floración, se podía disfrutar del espectáculo de la naturaleza sin salir de esa casa.

Una maceta de Remedios  que resiste el paso del tiempo.
Haciendo fotos en el patio.

El día 23 de Agosto de 2015 hicimos una visita a la casa de Remedios para hacer fotos y documentarnos para realizar este artículo. Nos acompañó Alberto Arocas como técnico de obras para evaluar el riesgo que entrañaba adentrarse en lo que actualmente podríamos considerar una ruina. Cada pisada producía un crujido amenazador  que nos desalentó y nos impidió buscar entre los restos cosas interesantes como por ejemplo la gineta disecada o más fotos antiguas. Tristemente, sus sobrinas nos confirmaban que gente sin escrúpulos había allanado la casa y robado objetos que son recuerdos de la familia.

Muestras del estado actual de ruina de la casa de Remedios.Agosto 2015.


Placa de cerámica:

Placa de cerámica en la puerta de la casa de Remedios.

Esta placa de cerámica es un homenaje en reconocimiento a Dª Remedios Argente Jiménez, hecho por sus sobrinas Conchita y Maribel, que mandaron fabricar esta placa sufragando los gastos.  Luce en un lateral de la casa de Remedios. Debemos aclarar que su segundo apellido debería figurar escrito con la letra “j” en lugar de “g”, atendiendo a su partida de nacimiento.

Su enfermedad:
Cuando Remedios tenía edad avanzada comenzaron a aparecerle unas manchas en la piel, que gracias a sus sobrinas eran tratadas por los médicos en Casas Ibáñez. 

En el curso de su enfermedad siempre estuvo en su pensamiento el Santuario con su Cristo.

Pero con el tiempo además le apareció un tumor en el cuello, que malignizó y no paraba de crecer. Fue entonces cuando se hizo evidente que Remedios necesitaba otros cuidados y sus sobrinas la acomodaron en una residencia en Casas Ibáñez, donde recibía asistencia de enfermería y médico las veinticuatro horas del día.

Pero a pesar de todo el cuidado recibido, a los cuatro meses de ingresar en la residencia, el 19 de octubre de 1998 el tumor acabó con su vida. Remedios siempre aceptó y se adaptó a su enfermedad, y en este proceso siempre estuvo acompañada por sus sobrinos y sobrinas, que la visitaron, asistieron y alegraron los momentos de tristeza de esta abnegada paciente.

Testimonios de la vida de Remedios:
 A continuación os mostraré la opinión que han tenido otros testimonios que conocieron bien la historia de Remedios. Gente representativa e influyente en la vida de Villa de Ves. Eslabones vivos de la cadena que ha permitido que nuevas generaciones de habitantes repueblen Villa de Ves evitando su desaparición total: Dª Umbelina López Pérez y Dª Luisa Garrido Gómez.

Dª Umbelina López Pérez.

Dª Umbelina López Pérez es una mujer de 81 años, con una mente privilegiada y claridad de ideas. Vive en la calle más decorada y vistosa de Villa de Ves, pues es engalanada con plantas y flores por ella y su marido. Tras hablar con ella largo rato sobre la vida de Remedios, me ratificó parte de lo expuesto hasta ahora y me hizo unas aclaraciones sobre donde se situaban realmente las huertas de Remedios. Según Umbelina, la mayoría de la gente se equivoca al situar dichas huertas e incide en que estaban en el margen izquierdo del rio Júcar, desde “las pozas”  hacia arriba, y aporta detalles como que la actual copa del árbol que algunos toman como referencia es una morera y no la noguera de” Emiliaco”. Rio arriba desde esta morera vendría el badén que hicieron cuando se rompió el puente antiguo en una riada; a continuación, más arriba, donde se situaría el puente desaparecido; y más arriba aún la desaparecida noguera de “Emiliaco”, que fue talada cuando se construyó el embalse, y a partir de este punto comenzarían las huertas de Remedios. La noguera talada era impresionante en su esplendor, teniendo un tronco tan ancho que se necesitaban cinco personas para rodearlo con los brazos abiertos.

Dª Luisa Garrido Gómez
Dª Luisa Garrido Gómez, con una edad de 83 años, es una mujer muy diplomática y con mente despierta. Me contaba que Remedios era una experta en plantas medicinales y aromáticas de esta zona, y conocía el remedio para la mayoría de dolencias comunes. Conocía su afición por el aliño de las olivas al modo antiguo, las cortaba, las envolvía en ceniza para reproducir el efecto de la sosa cáustica, posteriormente las lavaba y las sumergía en agua, quedando excelentes. Terminó la conversación relatándome que hablaba mucho con Remedios y cuando estaba con ella desprendía un aura de paz y sosiego, era todo bondad; en sus últimos años de vida, Remedios le preguntaba como a su confidente más cercana, “Luisa, ¿Cómo llevo el tumor? ¿Me ha crecido?”. Y ella, consciente del avance le contestaba que no, que seguía igual, con la intención de no añadirle más inquietud a una enfermedad tan despiadada.


El funeral de Remedios:
Los ritos de enterramiento y sepultura fueron realizados por el cura párroco de Casas de Ves, D. Ángel, quien a la misma vez realizaba los servicios de Villa de Ves en la Iglesia del Cristo de la Vida. Fueron los tradicionales de la Iglesia católica, con misa de difuntos. A este entierro acudió mucha gente, de procedencias como Valencia, Cartagena, Murcia, Albacete y pueblos de alrededor. Por supuesto sus paisanos de Villa de Ves y sus familiares.

El nicho blanco del fondo es donde está enterrada Remedios, en un saliente del 
cementerio antiguo desde donde se divisa toda su querida tierra.

En el cementerio de Villa de Ves (Recordemos que me refiero al Barrio del Santuario) hacía muchos años que no se enterraba a nadie por su mal estado y acceso difícil. Sin embargo, en el caso de Remedios se hizo una concesión extraordinaria para ser enterrada allí porque fue su voluntad expresa  la de no abandonar su tierra nunca.

Parte de las vistas que pueden verse desde el nicho de Remedios.
 El nicho está situado en el cementerio, que prevalece sobre los restos del castillo árabe, y junto a la tumba de sus padres, orientado al saliente del cementerio, con una vista que domina desde la altura el paisaje que conforma la ladera del otro lado del rio, el Santuario y Villa de Ves trepando a sus pies, el rio Júcar centelleando como mil estrellas cuando sale el sol, el Molinar en oriente, y toda la tierra que trabajó con sus propias manos y que tanto quería. Estoy convencido de que su última morada le haría muy feliz.

Un caso excepcional. El duelo de los gatos de Remedios.
Estimados amigos, este caso merece un comentario aparte. Pues a día de hoy, cuando la gente oye por primera vez esta inquietante anécdota siente como se erizan los pelos de la piel, y surgen pensamientos sobre la vida y la muerte, y sentimos la incertidumbre del más allá. Máxime sabiendo que el relato es cierto y así lo atestiguan los abundantes asistentes al funeral.
Dado que el ataúd de Remedios, con su cuerpo, vino desde Casas Ibáñez con el coche fúnebre, pero se adelantó sobre la hora concertada, la subieron directamente a la explanada del Santuario. Los familiares que se reunían más abajo, en el pueblo, decidieron ascender el camino hacia el santuario formando una comitiva. Cuando este cortejo de sobrinos y familiares y amigos empezó a moverse, aproximadamente diez gatos (Conchita, sobrina de Remedios, se encargó de alimentarlos durante los cuatro meses que su tía estuvo en la residencia), los gatos que le quedaban a Remedios en esa época, siguieron a la comitiva de gente, maullando sin parar, Conchita y otras personas les reñían para poner un poco de orden y silencio en un momento tan solemne, pero los gatos no obedecían; dándolo por imposible, dejaron que les siguiese esta camada pues dedujeron que de algún modo estarían también de duelo por su ama, y podrían oler, sentir o percibir algo que los humanos no podemos. Al llegar a la Iglesia toda la comitiva y pasar dentro para celebrar la misa de difuntos, todos los gatos permanecieron fuera de la puerta pero seguían maullando como plañideras. Al terminar la misa y salir con el ataúd a hombros para trasladarlo al cementerio contiguo, los gatos siguieron al ataúd y cuando, tras realizar la sepultura, la gente se fue del cementerio, los gatos permanecieron maullando junto al nicho. De este hecho se dio cuenta toda la gente e intentaron reconducir a los gatos para sacarlos fuera del cementerio pero ellos permanecían allí. Las sobrinas, Conchita y Maribel, se fueron preocupadas por aquellos animales tan nobles y fieles pero continuaron su camino para seguir con la familia.
Gatos callejeros de Villa de Ves

Al día siguiente, Conchita, que se había hecho cargo tanto tiempo de aquellos animales, viendo que no habían vuelto a casa, dedujo que seguirían allí arriba, en el cementerio. Así que, junto con Maribel, llevó comida y agua al cementerio y fueron hacia el nicho de Remedios donde todavía estaban los gatos. Solo así, engañándolos con la comida pudieron conseguir que saliesen del recinto y cerraron la puerta del cementerio.
Como decía, es un hecho real y todavía se oye contar este suceso a mucha gente de la comarca.

Mi reflexión sobre Remedios Argente Jiménez:
Ejemplo de resistencia, una mujer que a pesar de su edad no abandonó su pueblo, su reducto. Ni las grandes obras hidráulicas, ni la ingeniería gigantesca de aquella época, ni la emigración que asoló las calles, ni la desmoralización de sus vecinos, ninguno de estos factores fue capaz de vencer la sólida voluntad de Remedios en la defensa de su tierra, su pueblo, su casa, los derechos ancestrales de un pueblo, un pueblo con raíces en la historia, otrora importante en España hasta su paulatina desaparición. Remedios no fue vencida y se convirtió en el nexo que enlaza distintas generaciones de vecinos, el pasado y el futuro del pueblo. Un referente para que los enamorados de este lugar vuelvan a habitar sus silenciosas calles, un estímulo para que se empadronen nuevos habitantes que luzcan con orgullo ser oriundos de Villa de Ves. Que engalanen sus casas y calles, para tener en ellas su residencia habitual o temporal. Qué voluntad tuvo Remedios para vivir en soledad… ¿Acaso no pueden nuevos pobladores vivir en compañía? Es posible que al pensar en Remedios como esa mujer que vivió sola, estemos equivocados y en realidad debamos pensar en ella como esa mujer que eligió vivir su vida libremente, desprendiéndose  de lo superfluo de la vida.
Quiero mostrar mi admiración por Remedios y desearle, allá donde esté, que descanse en paz y que interceda por su pueblo, Villa de Ves, para que no desaparezca nunca.

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Petición al Excmo. Ayuntamiento de Villa de Ves:

Por todo lo expuesto anteriormente, y ya que el anterior gobierno municipal de Villa de Ves no realizó ningún homenaje ni reconocimiento alguno a esta destacada hija de la Villa, desde la dirección de este blog solicitamos y pedimos a la nueva corporación municipal que en la medida de lo posible y en los plazos que sean posibles, concedan la rotulación de una calle o plaza a Dª Remedios Argente Jiménez. Sabemos que sois nuevos en el actual puesto de responsabilidad pero también sabemos que sois personas justas y  con voluntad de hacer.

Agradecimientos:

Nuestro agradecimiento a todos los sobrinos y sobrinas de Remedios por su colaboración y por la aportación de material para hacer posible este artículo, especialmente a Conchita, Maribel, Inma y Mónica.

A los lectores, tanto los habituales como los que llegan a este blog curioseando por la red, gracias por leernos y recomendarnos, gracias como siempre a los que nos felicitáis y animáis a continuar recuperando la memoria de nuestro pueblo. Entre todos haremos una Villa de Ves más unida, más bonita y más acogedora.

Hasta la próxima.